En este trabajo trataremos acerca del origen, uso y abuso del lenguaje. Para el autor el producto humano más significativo es la invención del lenguaje, este permite a los hombres formar comunidad, estado y conocimiento entre otros.

 

El origen del lenguaje está –según el texto bíblico- en D-s, cuando le autoriza al Hombre (אדם) a colocar nombres a las criaturas conforme se las iba presentando, luego el Hombre uniendo gradualmente estos dictados para hacerse entender forma el lenguaje, es decir el uso de lo nombres y sus nexos, hasta llegar en el tiempo a concebirse como signo escrito para no olvidarse, esto sucederá luego de que D-s mismo separara en idiomas o dialectos distintos en la Torre de Babel.

El autor en el Capítulo III hace una distinción entre el discurso mental y el discurso verbal. Con el discurso mental se refiere a la secuencia o encadenamientos de fantasías (fancy) que se dan en nosotros como movimientos y de las que hemos tenido en su totalidad o en parte a través de la sensibilidad. Esta sucesión no se da de manera arbitraria ni tan casualmente, pues uno se sigue del otro. Estos adquieren significados en el mundo.

El discurso verbal sirve para dejar constancia de nuestra sucesión de pensamientos, hacer la transferencia de un discurso a otro, este uso también se conoce como general del lenguaje, es decir, hacer de una cadena de pensamientos una cadena de palabras. El uso especial del lenguaje es cuando expresamos mediante el lenguaje que se descubre una causa de algo mediante el pensamiento desde efectos presentes o pasados produciendo así las artes. Otro uso especial consiste en enseñar o comunicarse con otro, dar a conocer un deseo o complacer y agradar a otros con palabras ordenadas ornamentadas.

Hobbes nos está hablando de los efectos que las palabras causan sobre otro, pues así como se puede expresar deseos u enseñar, también se puede incitar o persuadir a otros ideas y paciones. Por lo que expone cuatro interesantes abusos que se pueden dar en el lenguaje.

El primer abuso es cuando un hombre se equivoca al tratar de dejar constancia de una concepción que no tiene o nunca tuvo engañándose a sí mismo y tratando de engañar a otros, es decir, querer transmitir algo que no tiene idea, no tiene significado ni sentido para él mismo. El segundo abuso se corresponde al intentar dar significados alternos o  metafóricos engañando a otros, como por ejemplo decir que: “el presidente de la república es el pueblo” o engaños similares. El tercer abuso se corresponde al hombre que se expresa en palabras su voluntad y no lo es. Y un cuarto abuso del lenguaje es ofender a otros.

En este capítulo Hobbes deja notar su posición con respecto al problema de los universales, pues para el autor hay nombres para cosas singulares tales como Pedro, Alfredo, este carro, esta escuela, entre otros que refieren a una sola cosa y hay nombres universales que refieren a muchas cosas tal como hombre, caballo, árbol. En este caso los universales son solo un asunto nominal: “En el mundo no hay nada universal que no sean nombres”[1]. Los universales nombran algo de muchos que tengan cualidades o accidentes similares, por lo que no se puede saber a cuál se refiere específicamente. Para el autor, “la manera en que el lenguaje sirve para recordar la secuencia de causas y efectos consiste en la imposición de <<nombres>> y en su <<conexión>>.[2] Así mismo los números sin nombrarse no podrían ni sumarse ni restarse pues por ejemplo cuando un tonto de nacimiento ve un reloj no es capaz de saber si el reloj marca las tres o las cuatro porque solo sabrá: uno, uno, uno y uno, luego no tiene la capacidad para entender un cuatro.

Para Hobbes la verdad y la falsedad de una afirmación en un asunto también nominal, es decir son atributos del lenguaje. En este sentido la verdad de un enunciado consiste en ordenar correctamente los nombres en la afirmación. Liego por ejemplo en la geometría se dan definiciones que se usan para explicar la amplitud de la ciencia. Luego un hombre que procura tener un gran conocimiento debe revisar las definiciones y los principios para ver si han sido negligentemente colocadas, para saber si son correctas o no sus primeros fundamentos. Pues hay que tomar en cuenta que las definiciones son como adición de normes, luego para atreverse a nombrar una definición extensa hay que revisar las partes que la componen, de lo contrario se puede producir el primer abuso del lenguaje que ha sido mencionado.

Para que algo sea nombrable es porque puede formar parte o considerarse en una definición o en un cálculo, de aquí el autor genera cuatro postulados: Primero, una cosa puede ser considerada por su materia o cuerpo y entonces puede ser llamada: viviente, sensible, racional, caliente, fría, móvil e  inmóvil. Segundo, una cosa se puede considerar por algún accidente o cualidad concebida en ella, así por ejemplo se puede decir algo en cuanto que es movido, es más o menos largo, entre otros; haciendo luego del accidente un nombre, es decir, por viviente, vida y por caliente, calor. Tercero, consideramos las propiedades de nuestros propios cuerpos y lo tomamos no como en sí, sino como visión, audición y así sucesivamente como fantasía. Cuarto, le damos a los nombres y al lenguaje nombres tales como: general, especial, equívoco, afirmación, interrogación, mandato o imperativo, narración, silogismo, discurso, oración, entre otros.

En este orden el autor hace una distinción entre nombres positivos y negativos. Los nombres positivos tratan de aquello que existe y se da en la naturaleza o en nuestra mente pero que damos como existente, incluso las propiedades de los cuerpos, sus cualidades y accidentes. Los nombres negativos se usan para significar que una palabra no es el nombre de la cosa en cuestión, “que nos hacen rehusar admitir nombres que no son usados correctamente”[3].

Luego las demás palabras para nuestro autor son sonidos sin significados, crítica que le hace a la escolástica. Estos pueden ser o nuevos y que no tienen aun ninguna definición, y el segundo tipo es cuando se hace una definición compuesta por dos o más nombres que uniéndolos se hacen contradictorios tales como pasa con cuerpo incorpóreo o forma amorfa.

Para concluir el autor nos plantea la reflexión del adecuado uso del discurso verbal: “Y, por lo tanto, un hombre debe ser cauto con las palabras, las cuales, además del significado que imaginamos es el natural suyo, tiene también otro que proviene de la naturaleza, disposición e interés de quien habla. Esto ocurre con los nombres de virtudes y vicios; pues un hombre llama <<sabiduría>> lo que otro llama <<miedo>>; uno llama <<crueldad>> lo que otro llama <<justicia>>; uno llama <<prodigalidad>> lo que otro llama <<magnanimidad>>, y otro llama <<gravedad>> lo que otro llama <<estupidez>>.”[4]

En este capítulo Hobbes deja notar su posición con respecto al problema de los universales, pues para el autor hay nombres para cosas singulares tales como Pedro, Alfredo, este carro, esta escuela, entre otros que refieren a una sola cosa y hay nombres universales que refieren a muchas cosas tal como hombre, caballo, árbol. En este caso los universales son solo un asunto nominal: “En el mundo no hay nada universal que no sean nombres”[5]. Los universales nombran algo de muchos que tengan cualidades o accidentes similares, por lo que no se puede saber a cuál se refiere específicamente. Para el autor, “la manera en que el lenguaje sirve para recordar la secuencia de causas y efectos consiste en la imposición de <<nombres>> y en su <<conexión>>.[6] Así mismo los números sin nombrarse no podrían ni sumarse ni restarse pues por ejemplo cuando un tonto de nacimiento ve un reloj no es capaz de saber si el reloj marca las tres o las cuatro porque solo sabrá: uno, uno, uno y uno, luego no tiene la capacidad para entender un cuatro.

Para Hobbes la verdad y la falsedad de una afirmación en un asunto también nominal, es decir son atributos del lenguaje. En este sentido la verdad de un enunciado consiste en ordenar correctamente los nombres en la afirmación. Liego por ejemplo en la geometría se dan definiciones que se usan para explicar la amplitud de la ciencia. Luego un hombre que procura tener un gran conocimiento debe revisar las definiciones y los principios para ver si han sido negligentemente colocadas, para saber si son correctas o no sus primeros fundamentos. Pues hay que tomar en cuenta que las definiciones son como adición de normes, luego para atreverse a nombrar una definición extensa hay que revisar las partes que la componen, de lo contrario se puede producir el primer abuso del lenguaje que ha sido mencionado.

Para que algo sea nombrable es porque puede formar parte o considerarse en una definición o en un cálculo, de aquí el autor genera cuatro postulados: Primero, una cosa puede ser considerada por su materia o cuerpo y entonces puede ser llamada: viviente, sensible, racional, caliente, fría, móvil e  inmóvil. Segundo, una cosa se puede considerar por algún accidente o cualidad concebida en ella, así por ejemplo se puede decir algo en cuanto que es movido, es más o menos largo, entre otros; haciendo luego del accidente un nombre, es decir, por viviente, vida y por caliente, calor. Tercero, consideramos las propiedades de nuestros propios cuerpos y lo tomamos no como en sí, sino como visión, audición y así sucesivamente como fantasía. Cuarto, le damos a los nombres y al lenguaje nombres tales como: general, especial, equívoco, afirmación, interrogación, mandato o imperativo, narración, silogismo, discurso, oración, entre otros.

En este orden el autor hace una distinción entre nombres positivos y negativos. Los nombres positivos tratan de aquello que existe y se da en la naturaleza o en nuestra mente pero que damos como existente, incluso las propiedades de los cuerpos, sus cualidades y accidentes. Los nombres negativos se usan para significar que una palabra no es el nombre de la cosa en cuestión, “que nos hacen rehusar admitir nombres que no son usados correctamente”[7].

Luego las demás palabras para nuestro autor son sonidos sin significados, crítica que le hace a la escolástica. Estos pueden ser o nuevos y que no tienen aun ninguna definición, y el segundo tipo es cuando se hace una definición compuesta por dos o más nombres que uniéndolos se hacen contradictorios tales como pasa con cuerpo incorpóreo o forma amorfa.

Para concluir el autor nos plantea la reflexión del adecuado uso del discurso verbal: “Y, por lo tanto, un hombre debe ser cauto con las palabras, las cuales, además del significado que imaginamos es el natural suyo, tiene también otro que proviene de la naturaleza, disposición e interés de quien habla. Esto ocurre con los nombres de virtudes y vicios; pues un hombre llama <<sabiduría>> lo que otro llama <<miedo>>; uno llama <<crueldad>> lo que otro llama <<justicia>>; uno llama <<prodigalidad>> lo que otro llama <<magnanimidad>>, y otro llama <<gravedad>> lo que otro llama <<estupidez>>.”[8]

 

[1] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 37.

[2] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 37

[3] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 41.

[4] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 43.

[5] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 37.

[6] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 37

[7] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 41.

[8] Thomas Hobbes, “Leviatán”, Edit. Alianza, 2004. Pág. 43.

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